Hay colectivos, tal como los conocemos en Baires, pero con parlantes y música para escuchar en el recorrido. Y ahi tenés el bondi radio que, depende cuál te toque, tenés de música que pasan en el boliche hasta peruanas trágicas cantando temas sobre desamor y ebriedad “tomaré hasta morirme”. También los de música argentina de los 80 y 90 (Virus, Soda de las primeras épocas, Vilma Palma) y cosas así. Hasta ahora no encontré uno con música con baladas de los 80 como los taxis de medianoche porteños.
Por otro lado hay colectivos que son combis con nombres propios que hacen un recorrido que un señor o señora se ocupa de gritar desde la puerta mientras te insta a subirte.
Se paga cuando bajás, que puede ser en una parada o en cualquier lado, lo mismo que al subirte. Las paradas oficiales son una locura de lindas.
Los transporte autorizados tienen unas lineas rojas y blancas a los costados, cualquier auto es potencialmente un taxi, y raramente lo parás vos. Generalmente vas caminando y son ellos los que se te acercan a bocinazos. Son baratos en comparación a los porteños (un viaje corto está 4 soles, 1 dòlar)
A la hora de caminar subidas y bajadas en calles de piedra resbalosa, sugieren llevar zapatillas de buenas suelas para no caer en la primera cuesta abajo. No se amedrente con los nombres de las calles.
Las callecitas son muy angostas, y cambian incluso hasta desaparecer en una curva.
Los autos pasan al ras y si bien hay semáforos y guardias de tránsito es mejor rezar un padre nuestro y mandarse al cruce.
Para irte un poco mas lejos, al Valle sagrado, por ejemplo, hay combis que por 2 dólares te llevan, sin horario, cuando se llena una.
En Urubamba tenés las motos convertidas en carritos taxi.
Existe la opción del recorrido por la ciudad, de una hora y media, que te lleva por arriba a ver algunas ruinas, cuevas, el cristo y las vistas panoràmicas del valle.
Se puede hacer el recorrido caminando, si uno está dispuesto a subir un cerro por escaleras.
Dicen que desde el Cusco salían cuatro caminos, uno para cada punto cardinal. Uno de ellos, el que llegaba hasta Mendoza, te conduce directo a las ruinas.
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