Cuando uno va al supermercado, más o menos sigue por las mismas góndolas. Para cada quien son diferentes: unos disfrutan en la góndola de los productos de limpieza, otros en al parte de fiambrería, lácteos, comidas precocidas o cereales, pañales y cremas o herramientas para el jardín. Como ratitas de laboratorio caminando por el laberinto, terminamos eligiendo siempre el mismo camino.
En la vida pasa lo mismo. La vida es un gran supermercado con góndolas. Y hay quienes gustan de ir al pasillo de los kilombos. Eligen dos cajas grandes de problemas, se llevan de más por si se les acaba y forman stock permanente. “Dame 100 gramos de kilombos laborales, 200 de familiares y un cuarto de económicos”.
Hay quienes exageran y van al mayorista de problemas, compran por docena, bidón y tonelada.
Hay gente que, en sí, es un contenedor de kilombos, sabemos que nos traerán un sinfín de dolores de cabeza.
También, en contrapartida, están los pasillos de viajes, de buenos amigos, de gratos momentos, de compañeros de trabajo, vida saludable, deportes.
¿Qué pusiste en el changüito hoy?
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