martes, 11 de octubre de 2011

Potus








Caballeros: hay cosas que las damas no deberíamos delatar para no ser tan vulnerables pero, en un ataque solidario, les voy a develar un secreto fémino que bien pueden utilizar en nuestra contra o bien pueden cambiar sus estúpidas actitudes.
Primero y principal toda mujer tiene una Susanita en el corazón, sueña aunque lo niegue con el medico, la casita blanca y los hijitos.
Si hay algo adorable es estar enloquecida y hasta enamorada de alguien.
              Si hay algo nefasto es que ese alguien nos ignore y si hay algo más horripilante aún es que venga una cualquiera y logre en segundos lo que nosotras nos hemos esforzado paso a paso, estrategia por estrategia, día a día, segundo a segundo por conseguir sin resultados. 


            Hay varias opciones: la primera, que aparezca una tremenda perra (buen lomo bah!) metro setenta 100, 60, 95. Y en milésimas de segundo todos nuestros esfuerzos por ir al gimnasio, dieta, maquillaje, chapa y pintura, no sirvan absolutamente de nada. Horas de mate tratándole de caer bien a la familia, soportar a los amigos festejándoles gansadas para que nos acepten, y toda la mar en coche en vano.

              A partir de ese momento pasamos de la furia a la resignación con la esperanza, convicción en verdad, de que se va a hartar de tanto cuerpo bonito y se enterará que no tiene ni media neurona. (poco importa si es ingeniera nuclear de la NASA, para nosotras cuerpo y cerebro no van de la mano).               Algún día sabrá que es de plástico, que ese lomo es siliconado y dará mas importancia a nuestra inteligencia que a ese cuerpazo. Mentira, desde ya.
                 En el mejor de los casos, ella lo dejará por otro más lindo y él quedará destrozado a pedirnos perdón de rodillas; nosotras diremos que no, después que sí, seremos felices, tendremos hijitos y casita blanca.
                 Mentira número dos, porque automáticamente vendrá a nosotras pero para llorar por ella a cualquier hora de la madrugada y nosotras accederemos estúpidamente para luego despacharnos con nuestras amigas, defenestrándola con cualquier excusa:… que es una loca, le inventaremos algún tipo de levante de trepadora o lo que se nos venga en gana.

                   La posibilidad dos (creo la peor) es que aparezca la clásica mosquita muerta, ni linda ni fea, de pocas luces, sin un don que la identifique, calladita, esas clásicas insignificantes, y se quede con nuestro hombre.
                   Ni siquiera lo enamora, sino que simplemente él dice que está por estar pero al fin y al cabo es quien duerme con él. Por supuesto que con nosotras estará con la familia, saldrá con sus amigos, tomará algo por ahí… pero al fin y al cabo dormirá con ella.
Esas también son defenestradas. Una marcará el territorio con amigos y parientes. Le hará notar quién manda allí, quien es más importante… Y ante esto, la otra tranquila… Esa maldita tranquilidad de saber que al fin y al cabo ella tiene lo que nosotras queremos: a él. 


Potus, tal cual, una planta que encontrás en cualquier lado, que no llama la atención y que le hablan y riegan una vez por semana.
¡Qué odio, qué impotencia!… ¡Una, que no hace mas que ocuparse de él, de pensar por él, de incentivarlo, con la que él se ríe, con la que cuenta para todo… y él prefiere a esa infeliz mosca muerta sin proyectos, sin chispa, sin nada!. Sin embargo, ella gana. 

Bien... Lo único que nos queda por pensar es que hace el amor muy, muy bien, que conoce el kamasutra de memoria y hasta lo versiona, obviamente por la práctica, de lo que se deduce que es una tilinga cualquiera.
Creo que eso es lo único que puede convencernos.
De todas maneras aquí estamos, escupiendo bilis y malgastando tiempo en detestarlas. Tratando de describir el asco que nos producen, atornillada a un teclado por no arañar las paredes por ese potus, ese maldito Potus inerte, pestilente, bagarto, que en este momento duerme con mi hombre.



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